Observatorios Urbanos


colson

Esther Padilla Calderón

El virus y los pre-juicios

Son realmente lamentables las acciones realizadas por personas enojadas y temerosas ante la pandemia por COVID-19, realizadas en contra del personal de salud, ocurridas en diferentes lugares de nuestro país desde el mes de marzo del corriente. Estas agresiones, tanto físicas como verbales, que pretenden estigmatizar como culpable a un grupo social que más que ningún otro está enfrentando y actuando para resolver los efectos de la pandemia, desconciertan por lo absurdas e inhumanas que resultan. Y no son sólo efecto del enojo y el miedo sino también, evidentemente, de la ignorancia. 

Los prejuicios, es decir las opiniones previas “por lo general desfavorable[s], acerca de algo que se conoce mal” (https://dirae.es/palabras) son a todas luces ‘hijos de la ignorancia’. Pero hay quienes no tienen problema en hacer alarde de su estrechez cultural. Y así como el virus, que se descubre y evidencia en sujetos de distintos sectores sociales, el hábito de prejuiciar, o de enjuiciar sin un conocimiento pleno, se evidencia también. Como señaló un enfermero en cierta red social “somos nosotros los que en estos momentos estamos haciéndole frente a esta contingencia y me pregunto si es ésta la forma en la que nos alientan para seguir trabajando”. 

De acuerdo con información proporcionada por la Organización Mundial de la Salud, las y los enfermeros cuyo violento proceso de profesionalización se remonta a los inicios del siglo XIX, son profesionistas capacitados en el área de la atención?-autónoma o colaborativa- a personas de todas las edades, grupos sociales y comunidades, enfermos o no, “y en todas circunstancias”, con el fin de promover la salud, prevenir enfermedades y proveer atención especializada “a enfermos, discapacitados y personas en situación terminal” (https://www.who.int/topics/nursing/es/). 

¡Esto es justamente lo que en el contexto de la pandemia actual, vemos que han estado haciendo! Ellas y ellos, así como personal médico, han perdido la vida durante este intenso proceso de enfermedad infecciosa generalizada.

De acuerdo con el biólogo Hans Zinsser (2007), bacteriólogo y escritor estadounidense, el impacto mundial de los patógenos, incluidos los virus, ha tenido tanto impacto en la vida humana como el de cualquier guerra, desastre natural o invento. 

Históricamente, las epidemias de viruela, fiebre amarilla y, más recientemente, del virus de inmunodeficiencia adquirida y de influenza, han resultado en una significativa pérdida de vidas humanas y “han cambiado sociedades enteras”. Sólo la viruela ha matado 300 millones de personas “más del doble de muertes de todas las guerras del siglo XX”. (Flynt et al., 2015). Se sabe también que grandes imperios de la antigüedad se vieron duramente golpeados en su población y capacidad para hacer la guerra -con el fin de conservar su dominio-, ante las numerosas epidemias que enfrentaron, las cuáles privaron de la vida a cientos de miles de personas. 

Si bien las vacunas y los antivirales “han reducido o incluso eliminado algunos de estos azotes”, la reciente pandemia de influenza, las infecciones por el virus del Ébola en África, los reveces -hasta el momento- para desarrollar una vacuna contra el virus de la inmunodeficiencia humana, y el resurgimiento de infecciones prevenibles por vacunación como el sarampión, la poliomielitis y el virus de hepatitis B, junto con el proceso infeccioso actual por el coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave, son una evidente muestra “de los desafíos que aún enfrentamos” (Flynt et al., 2015).

Los virus presentan una gran capacidad de mutación y su evolución depende de las condiciones en que se encuentran para replicarse dentro de nosotros, los seres humanos… o ¿en proceso de humanización? Es necesario que quienes están dejándose dominar por sus miedos y enojo, dejen de alardear de su ignorancia y respeten a quienes están exponiendo sus vidas para salvar las de otros. La pandemia nos interpela a todos. ¿Cómo ayudar a combatir los prejuicios? 


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