El bulto


colson

Dr. Víctor S. Peña Mancillas. Profesor-investigador del Centro de Estudios en Gobierno y Asuntos Públicos de El Colegio de Sonora.

Copia textual de la columna Cuádrilatero en Radio Sonora

Después de veinte años en cama, Lauro recobra consciencia. Su trabajo como fotorreportero le ubicó en la cobertura de una marcha que pasó a la historia como “El Halconazo”; un macanazo en la cabeza, a manos de un paramilitar ahí mismo, le postró por dos décadas.

En recuperación, Lauro trata de retomar su vida. Se pone al corriente conversando con algunas viejas amistades. No es sencillo, el contexto ha cambiado. ¿Qué tanto? Una de sus visitas le dice: “Como escribió José Emilio Pacheco, mano: Ya somos todo lo que detestábamos hace veinte años”.

Técnicos o rudos

“El bulto” (Gabriel Retes, 1992) —título que deriva del sobrenombre que los hijos de Lauro le pusieron a ese papá que solo conocieron en estado de coma—, sirve como un vehículo para contrastar cómo lo valorado y las ideologías cambian a lo largo del tiempo: el Lauro que despierta en los noventa no entiende de tecnología ni de las prioridades de sus hijos; observa, en sus camaradas de antaño, prácticas de aquello que criticaban. Su esposa, para acabar pronto, se ha casado ya con otro hombre.

Algo similar puede sucederle a quien la vea hoy, tres décadas después de su estreno: cuántos cambios en la tecnología, cuántos en lo ideológico. Las prioridades y certezas han cambiado. Y seguirán haciéndolo.

El perfil político de la película se mantiene fresco. Los contrastes entre épocas, por evidentes, se explican por solos. Otros aspectos pudieran parecer desfasados. Las referencias a la tecnología, por supuesto. Pero más allá: una persona acostumbrada a la sonorización del cine actual pudiera encontrar silencios incómodos, diálogos que suenan sobrepuestos o artificiales. Pero es una película que debe verse varias veces.

La película inicia en blanco y negro, recurso que destaca se trata de un momento en el pasado. Es la primera recreación en cine del llamado “Jueves de Corpus” y, con ello, la existencia del grupo paramilitar “Halcones”. Esa primera escena fue, paradójicamente, de lo último que se filmó. Buscando apoyo gubernamental para filmar, se cuenta que el propio Gabriel Retes presentó un guion al que había quitado esa primera escena. Lo hizo para sortear una censura prácticamente asegurada. Amarrado el apoyo, arrancó los trabajos y no fue sino hasta casi el final de la filmación que recordó aquél faltante. 

 El mano a mano

Al director, en el Diccionario del Cine Español e Iberoamericano, 2012, Rafael Aviña describe como un “inquieto realizador de películas Súper 8, niño prodigio del echeverrismo, cooperativista politizado que resurgió de entre las cenizas de un cine en crisis”. De la película, apunta se trata de “una deliciosa ambigüedad para hablar sobre la crisis de la pareja y el México de la modernidad Salinista”.

Dicho sea de paso, este trabajo se produjo en 1991 pero se estrenó hasta 1992. Dependiendo la fuente, se le suele identificar con alguno de esos dos años. En todo caso, como contexto y tal y como ya fue referido, la experiencia cinematográfica se da a medio sexenio de Salinas de Gortari. Este contexto resignifica algunas expresiones, como aquella —otra vez de una de las entrevistas que tuvo para ponerse al corriente— donde le dicen: “Ahora, la lucha importante es por la democracia: sin democracia, no hay futuro posible, ¡para nadie!”

Las ideologías justifican acciones. Son complejos entramados sobre los que se estructuran actos y omisiones. Pero, como toda estructura imperfecta, suelen tener vacíos que convierten la oportunidad en oportunismo y la integridad en fanatismo. Más de una persona ha vivido lo suficiente para esconder banderas que defendió y para izar otras nuevas.

Igual o superior cobertura ha tenido lo que sucedió detrás de la cámara. Se sabe, por ejemplo, que el origen del personaje de Lauro es casi biográfico, en partida doble, del propio Retes: porque estuvo cerca del “Halconazo” y porque una depresión le dejó en calidad de bulto. Se habla de la participación de su familia, tanto en la actuación como en el auxilio para conseguir actores extra. Se afirma que para terminar la película tuvo que vender su equipo de video y que gracias al éxito que logró —particularmente por el premio Ciudad de México— pudo pagar la hipoteca de su casa.

“El bulto” recibió un Ariel por mejor edición. Ese año, por cierto, la contienda estuvo reñida pues en la competencia estuvieron “Como agua para chocolate” (Alfonso Arau, 1992) y “La mujer de Benjamín” (Carlos Carrera, 1991), entre las más destacadas. En los premios Ariel contó también con las nominaciones en las categorías de Mejor coactuación masculina (Juan Claudio Retes), Mejor actriz de cuadro (Delia Casanova) y Mejor música de fondo (Pedro Plascencia).

A ras de lona

En 1998 la empresa DreamWorks compró los derechos del guion para hacer un remake, adaptando la historia a un contexto estadounidense. El choque entre generaciones y la pertinencia de una ideología a través del tiempo es un tema universal. Ese proyecto no llegó a buen puerto, pero el dinero recibido le permitió a Gabriel Retes retomar su actividad en el teatro.

  


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