Ana Silvia Toruga Brau, egresada de la décimo octava promoción de Maestría en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora 2020-2021
El estudio de la historia nos permite conocer la vida de las sociedades través del tiempo, esto nos ayuda a comprender la realidad en que vivimos, de esta manera influye en la concepción que tendremos de nuestro presente. El conocimiento del pasado nos dota de determinadas pautas sociales y culturales que influye en nuestra forma de actuar, en la forma en que vamos apropiándonos de valores y en la concepción que tendremos de nuestra propia realidad, con base a lo cual se fomenta la construcción de una consciencia crítica asumiendo un papel activo dentro de ella.
La idea de que formamos parte de un grupo con el que compartimos una historia, nos crea un sentido de pertenencia importante en nuestra naturaleza de seres sociales, sin embargo, la enseñanza de la historia en las escuelas ha estado en función del currículum de las instituciones de educativas y por ello va acorde a las necesidades del grupo en el poder político y económico en turno, se ha manejado como un instrumento para fomentar la unidad nacional y legitimación de la ideología dominante del momento.
En la actualidad la enseñanza de la historia en las escuelas tiene este propósito, por lo que se nos enseña una versión oficial que maneja un enfoque marcadamente maniqueísta, en el sentido de que se reproduce un relato histórico donde los hechos, fechas y los datos en sí mismos tienen un papel central, se rescata y se crea del pasado una narrativa de grandes acontecimientos con personajes de héroes y villanos.
Lo más peligroso de este aspecto de la historia es que puede llegar a usarse para crear una identidad o sentido histórico que muestre a determinado grupo humano como superior a otro, llegando a presentarse una discriminación con base en el género, la raza, etnia, apariencia o religión; o la creación de una comunidad que implique la exclusión o persecución de los que no son parte de ella.
Un ejemplo de esto anterior son los regímenes autoritarios, por un lado, han hecho de la historia una herramienta para fomentar determinados valores en la sociedad que vayan acorde al ideal político y social, y por el otro, buscan legitimarse con la manipulación o reconstrucción del pasado.
En la literatura se puede observar un ejemplo de lo anterior, en la novela 1984 de George Orwell, en la sociedad que describe existe un Ministerio de la Verdad, uno de los papeles de esta institución era modificar las noticias y acontecimientos históricos para forman en la ciudadanía determinado tipo de mentalidad afín al orden hegemónico.
La tarea de la historia puede consistir en aligerar el peso del pasado, el conocimiento histórico ayuda a comprender que las concepciones sociales han sido construidas y por lo tanto pueden ser reconstruidas. Tener un conocimiento del pasado ayuda a tomar conciencia de las diferentes formas de vida y situaciones que se han dado, esto ayuda a contar con mayor libertad de pensamiento y acción en el presente de manera critica.
De esto deriva el sentido del conocimiento y estudio de la historia, permite establecer y formar la identidad humana y social.
Una sociedad donde se conoce o difunde una sola representación del pasado, con base en una memoria histórica estructurada bajo una única interpretación impuesta pueden llegar a construir una personalidad fácilmente influenciable, tan moldeable que asume la identidad que le es impuesta desde instituciones de poder dominantes, regulando hasta su apariencia física y pensamientos.
En contraparte, una sociedad donde no se cuente con una memoria histórica estructurada, y sólo se tenga conciencia de los hechos históricos como sucesos del pasado, confusos e ilegibles, podría llegar a provocar una amnesia grave. Esta sociedad está libre de toda restricción, pero al mismo tiempo se encuentra perdida al carecer de una fuerte memoria colectiva que le permita estructurar su identidad, se tendría la percepción de ansiedad y confusión al no contar con un sentido de pertenencia.
En ambos aspectos el resultado es el mismo, el de una esclavitud derivada de la falta de una conciencia y conocimiento estructurado del pasado.
Al trabajar con los hechos y sociedades del pasado se convive constantemente desde el presente con diversas realidades a través del tiempo y el espacio, el conocer esta diversidad de mundos y formas de pensamiento proporciona la conciencia crítica. Por lo tanto, la enseñanza y difusión del pensamiento histórico juega un papel relevante para crear una identidad individual y social.
Esto debe verse reflejado en la forma de hacer y enseñar la historia, por ello es importante los historiadores se comprometan con la enseñanza en todos lo niveles educativos, donde la historia como materia está cada vez menos presente en los programas de estudio y se aborda de manera fragmentada y neopositivista.
Fomentar el pensamiento histórico por medio de la educación y la enseñanza de la historia es el papel fundamental del historiador.
Una de las principales instituciones en Sonora que ha realizado una importante labor en el estudio y difusión de la historia regional es El Colegio de Sonora, cuyo programa de maestría en ciencias sociales cumple este año el 40 aniversario de trayectoria, pues la primera convocatoria fue publicada en 1984 para el ingreso de la promoción 1985-1987.
Desde entonces se ha constituido como un importante espacio que aporta conocimiento para la mejor toma de decisiones por parte de los sectores interesados en el desarrollo regional. Actualmente se encuentran abiertas sus convocatorias de ingreso a la promoción 2026-2027 de la Maestría en Ciencias Sociales y la promoción 2026-2029 del Doctorado en Ciencias Sociales.
En ambos programas se ofertan varias líneas de investigación, entre ellas la línea de Estudios Históricos de Región y Frontera, la cual se estudia historia regional y fronteriza desde diversos enfoques, observamos el compromiso e importancia de la función de la historia en la construcción de una identidad individual y social más sana.