Luis Alan Navarro Navarro
Los grandes parques tienen sus ventajas, permiten el desarrollo de un mayor abanico de actividades sociales, pero lo más importante, proveen una sensación de aislamiento del área urbana (ruido, polvo, paisaje gris); la amplitud de espacio y estar rodeado de vegetación, es sabido tiene efectos positivos en la reducción del estrés, recarga el buen ánimo y las capacidades cognoscitivas, algo importante para los empleados de oficina y dedicados al trabajo intelectual. Sin contar que asegura la existencia de una isla de frescura urbana que provee confort térmico a sus visitantes.
En el caso de Hermosillo ¿Qué sería un gran parque en términos de superficie? La Sauceda (40 hectáreas [cerrada y en abandono]), Eco-parque y Sistema Lagunar Los Jagueyes (33 hectáreas), Parque Central de Hermosillo o Cerro de Jonhson (29 hectáreas) estos dos últimos consideradas Áreas Naturales Protegidas (ANP) municipales. Todos estos grandes espacios se localizan en la periferia urbana (o incluso más allá); las ANP, hasta donde se sabe no cuentan con planes de manejo, ni poseen personal dedicado para su implementación.
El Cerro de Jonhson tiene la fortuna de haber sido “adoptado” por el colectivo ambientalista “Caminantes del Desierto” que han hecho su trabajo de “guardabosques”, entre otras labores de conservación; así como también La Sauceda, donde trabajan: “Ciudadanía Activa”, “Sauceda Pahuer”, “Huertos y más”, entre otros.
Sin duda, lo que en el imaginario urbano pudiera considerarse un parque modelo sería el parque Madero (9 hectáreas); equipado, céntrico, hasta hace poco con línea morada funcionando, buena cobertura vegetal que, visto desde una imagen térmica de satélite, es una isla de frescura urbana.
Muchos parques están “inflados” en superficie dado que incluyen campos deportivos de beisbol, futbol, basquetbol, con coberturas de concreto o pasto sintético en el mejor de los casos, en otros, suelo desnudo; todas estas superficies crean un efecto de isla de calor urbana.
Desafortunadamente, para el caso de Hermosillo, sobran dedos de una mano para contar los grandes parques funcionales y mínimamente atractivos. Aunque he mencionado en reiteradas ocasiones la necesidad de contar con un inventario completo, exhaustivo y público de parques urbanos, un estudiorealizado en El Colegio de Sonora a través del programa Investigadoras e Investigadores por México del CONAHCYT, en una muestra de 700 parques en Hermosillo para el año 2020, reveló que el 81 por ciento son de una superficie menor a 2,500 m2; el 88 por ciento tienen un ancho promedio menor a 60 metros; para dimensionar estos valores podemos pensar en el parque de los 100 años (avenida Rosales) con una superficie de alrededor de 1,800 m2 y 70 metros de largo.
Un análisis no publicado de una muestra de 112 parques revela que aquellos ubicados en el anillo de crecimiento urbano anterior al año 1992 eran en promedio de 7,800 m2; comparado con un promedio de 2,000 m2 para el anillo de crecimiento posterior al año 2017, la diferencia 1992-2017 fue estadísticamente significativa. Así, la tendencia observada es a privatizar y miniaturizar los parques.
La mesa de participación ciudadana dedicada a La Sauceda en Hermosillo ¿Cómo Vamos? (HCV), tiene como meta, sin duda, la reactivación del parque más grande de Hermosillo; pero, se ha discutido mucho que su reactivación es solo una condición necesaria, más no suficiente para alcanzar el éxito. Se persigue más bien la “reactivación sustentable”; la experiencia con la creación de los grandes parques de Hermosillo no siempre ha sido positiva, empiezan como una iniciativa descendente (“top-down”) de la administración en turno, mediáticamente se convierten en proyectos insignia antes de ser sometidos al escrutinio plural de ingenieros, arquitectos, urbanistas, académicos, colectivos ambientalistas, en general y/o a través de los diversos consejos consultivos creados por ley para tal efecto.
Se gastan millones en varilla, cemento y mobiliario, pero muy poco en crear los arreglos institucionales que aseguraran su mantenimiento, protección (vigilancia) y mejora continua. El resultado es que quedan en abandono, deteriorados, inconclusos. Un gran parque requiere de un modelo de administración (y negocio) que asegure su perdurabilidad “trans-trienios”; el vandalismo no conoce límites “se están robando hasta el pasto artificial” se pueden encontrar notas en los medios atestiguando el hecho; sin control de malezas, el espacio es devorado por el zacate buffel que tarde que temprano se incendia; pero los parques también hay que protegerlos de actores de “cuello blanco”, está claro que, tener uso de suelo de “área verde” en un mapa de zonificación publicado en el boletín oficial del gobierno del Estado de Sonora, tampoco asegura la preservación integra del área del parque.
A eso nos referimos con acompañamiento institucional, en este sentido en HCV un grupo diverso de ciudadanos han discutido por más de dos años cómo debería ser una reactivación sustentable, para esto se han consultado casos de éxito y especialistas de todo México. Entonces, hay que pensar en la reactivación (creación) sustentable de grandes parques y no dejarnos llevar por la publicidad y premura de políticos en turno por gastar recursos e inaugurar una obra.
*IxM-CONAHCYT-El Colegio de Sonora
Miembro del Grupo La Sauceda de
Hermosillo ¿Cómo Vamos?