Observatorios Urbanos


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Rosana Méndez Barrón

¿Qué esperar del 2020? Una reflexión crítica

Desde hace 3 meses y medio la sociedad mexicana enfrenta los embates de pandemia de COVID-19, un virus nuevo y de rápida propagación que trae al mundo en jaque desde su descubrimiento el diciembre pasado en China. Aunque a la fecha hay escenarios y evaluaciones propositivas en algunos países, este comportamiento no puede replicarse aún en el continente americano, en especial en México, país que destaca por el número de contagios y muertes. 

A la fecha, al mismo tiempo que reiniciamos las actividades productivas y tareas esenciales, enfrentamos, según los expertos en el tema, la fase de mayor expansión del contagio. Una disyuntiva perversa a mi ver, pues es obvio que tanto el país como los mexicanos ya no podemos darnos el lujo de “aislarnos” pues nuestra precaria economía no es capaz de “funcionar” a distancia, al menos, no a cabalidad.

Aun dejando de lado la pandemia actual, el país no goza de condiciones propicias para un crecimiento sostenido; esto no es nuevo, hay evidencia pertinente desde tiempo atrás. 

Algunas evaluaciones recientes dan evidencia de este deterioro: el Banco Mundial en su Diagnóstico Sistemático de México (WB, 2018) sobre México, señala que “hay serios impedimentos estructurales (reformas incompletas/no implementadas para reducir la pobreza) para lograr un crecimiento más acelerado e incluyente, que esté relacionado a los retos del mercado de productos y factores, al desarrollo de las instituciones del Estado de Derecho, a la asignación de recursos y la coordinación de políticas públicas entre los tres niveles de gobierno y el privado”.

Si los problemas ya eran graves antes del COVID-19, que se puede esperar ahora. 

Un registro rápido de algunos de nuestros indicadores económicos centrales muestra lo poco alentador, por no decir terrorífico del panorama futuro: más de 1 millón de empleos perdidos (IMSS, mayo 2020), cierre de más de 60% de los establecimientos comerciales, pérdidas en materia de turismo (comercio/servicios) de más de 240 mil millones de pesos (CONCANACO, 2020), caída de 40% de las exportaciones (INEGI, abril 2020), sólo por citar algunos. 

Quizá pueda sonar muy alarmista, pero este “escenario” no se ve fácil de repuntar cuando caemos en cuenta de que México es un país donde alrededor del 40% de la población es pobre, y donde 20% ni siquiera alcanza a cubrir sus necesidades alimentarias; un país donde el 55% de los trabajadores lo hacen en el sector informal (INEGI, marzo 2020). Es difícil dimensionar “una transición exitosa” en un escenario tan deplorable. 

El sector terciario ha colapsado drásticamente con las medidas de “distanciamiento social”, la perspectiva en materia de inversión tampoco es muy alentadora, pues no hay condiciones para que fluya el capital; peor aún, considerando que uno de los países con mayor capacidad de invertir en México -EUA-, también enfrenta circunstancias económicas adversas.

¿Y ahora qué hacemos? Aunque en el discurso se convoca a todos los agentes económicos -consumidores, empresas y sector público- a contribuir, no hay capacidades suficientes y equivalente en estos. 

Además, como dicta el manual de la política económica convencional, en tiempo de crisis el papel del sector público es clave. Es un momento crucial para implementar estrategias que compensen los impactos del aislamiento social pero que también la aprovechen. Es decir, el sector público debe canalizar recursos, pero no a proyectos “titánicos (ergo trenes o aeropuertos), sino a acciones que impacten directamente a los empleadores, a su capacidad de adaptarse a los procesos digitales y/o a distancia. 

Algunas alternativas: apoyos a la transición digital, subvenciones a empresas que implementen acciones de teletrabajo y subcontratación de empresas privadas para el desarrollo y manejo de servicios públicos. Asimismo, sería ideal diseñar un programa de reajuste fiscal para las empresas, que no impida mantener sus contribuciones, pero que permita a las empresas, en especial a las micro y pequeñas, seguir operando a mediano plazo. 

Un aspecto esencial en esta transición es la información y acompañamiento del sector público. Se necesita una postura realista de los representantes del gobierno, coherente a las circunstancias. Uno de sus principales tareas dentro del sistema económico es hacer eficiente la relación entre los productores y consumidores, así como dar estabilidad al sistema. 

 *Economista y especialista

en ciencias sociales.

Asistente de investigación

en El Colegio de Sonora. 


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