Observatorios Urbanos


colson

Miguel Ángel Grijalva Dávila

El Plan de Agua Prieta

¿Revolución o golpe de estado? 

Hace cien años asesinaron al presidente. En una ocasión discutí con un amigo sobre qué era lo más importante de la ciudad de Agua Prieta, el suceso o personaje que la puso en el mapa. Yo le insistí en que era el Plan de Agua Prieta, pero como él es muy rockero me decía que eran Los Apson, y seguro un sonorense muy tradicional nos dirá que es el Moro de Cumpas.

El Plan de Agua Prieta se publicó en aquella ciudad fronteriza en abril de 1920, un manifiesto donde un grupo de revolucionarios, encabezados por los sonorenses, le declararon la guerra al gobierno federal. En su intento por resistir el embate, el presidente Venustiano Carranza salió de la capital rumbo a Veracruz. Se detuvieron en la sierra de Puebla, en Tlaxcalantongo, donde el jefe de la plaza, Rodolfo Herrero, les ofreció protección. 

Sin embargo, por la noche las tropas de Herrero tirotearon choza donde dormía Carranza y dieron muerte al coahuilense (algunas versiones sugieren que fue ejecutado). Fue el último presidente mexicano asesinado. El mismo día en que dieron entierro, el Congreso de la Unión nombró presidente interino al guaymense Adolfo de la Huerta, y dio inicio un periodo de dieciséis años en el que la política nacional fue dirigida por el grupo del Plan de Agua Prieta.

Siguiendo las palabras del historiador Luis González y González, los invito a que conmemoremos el aniversario del Plan de Agua Prieta, pues como decía el historiador, los sucesos del pasado hay que conmemorarlos, es decir recordarlos y reflexionarlos juntos, más no celebrarlos, pues eso significa volvernos jueces morales del pasado. 

Los sucesos del pasado se entienden, no se celebran o se olvidan. Y de ahí la pregunta ¿cómo entender el Plan de Agua Prieta? Esta rebelión, la última en México capaz de derrocar al gobierno ¿fue una revolución o un golpe de estado?

Generalmente concebimos a la “revolución” como un movimiento popular, un esfuerzo (violento o no), para provocar un cambio profundo en las estructuras de la sociedad, persiguiendo ideales como la libertad, soberanía, justicia, igualdad, democracia, etc. 

Por otra parte, entendemos al “golpe de estado” como un movimiento (violento o no), dirigido por miembros del estado para, de forma ilegal, suplantar a la cabeza del mismo estado. La línea que divide ambos conceptos es delgada, y creo que se vuelve más delgada cuando analizamos movimientos como el Plan de Agua Prieta.

Lo anterior lo afirmo pues esta rebelión combinó características de una “revolución”, pero también de un “golpe de estado”. No fue únicamente una lucha por el poder, como a veces se ha retratado, vale recordar que el Plan de Agua Prieta fue la respuesta al autoritarismo presidencial y la imposición electoral de Carranza. 

Como alguna vez escuché decir al Dr. Ignacio Almada: “Carranza fue el que dio el primer paso en falso”, es decir, los sonorenses se rebelaron hasta después de convencerse de que el presidente no permitiría un proceso electoral justo, e impondría como sucesor al ingeniero Ignacio Bonillas, en contra del candidato que aparentemente era más popular y llevaba las de ganar en las urnas, el general Álvaro Obregón. Aunado a lo anterior, se sumó la violación a la autonomía estatal que realizó el gobierno federal en Sonora. 

Por lo anterior, el movimiento persiguió el mismo ideal que el de Francisco I. Madero en 1910: sufragio efectivo.

Otra característica revolucionaria del plan Agua Prieta fue que su triunfo significó la entrada al poder de un grupo más agresivo, en cuanto a políticas que cambiaran las estructuras sociales. Sin dejar de lado los grandes méritos revolucionarios que merece Carranza, al final de la década de 1910 emergió como el líder “moderado” del bando revolucionario constitucionalista, en oposición a los líderes “radicales” del mismo bando, como Álvaro Obregón, Amado Aguirre, Plutarco Elías Calles o Francisco J. Múgica. 

Esta diferencia, “radicales” y “moderados”, era evidente desde tres años antes, cuando en el Congreso Constituyente de 1917 los diputados más radicales fueron identificados como adeptos a Obregón, y los “moderados” como hombres de Carranza.

La misma característica “radical” del grupo del Plan de Agua Prieta, permitió que la rebelión pactara con líderes con los que Carranza nunca pudo. Con la entrada de los sonorenses al poder, entraron también al gobierno y ejército personajes que hasta antes excluidos. 

Por dar un ejemplo, los zapatistas, quienes para 1920 eran liderados por Gildardo Magaña y Genovevo de la O, quienes aceptaron respaldar el Plan de agua Prieta y después fueron enrolados en el régimen. También se sumaron viejos magonistas, como Antonio Díaz Soto y Gama, para ser parte de las venas del agrarismo durante la presidencia de Obregón. 

Por lo anterior, los gobiernos producto del Plan de Agua Prieta, tuvieron ese matiz revolucionario: impulsaron políticas más radicales para modificar las estructuras políticas, sociales y económicas, e respondieron con más agresividad a las exigencias agraristas, laborales, educativas, laicas, etc.

Pero, contrario a las características revolucionarias mencionadas, el Plan de Agua Prieta tuvo otras que son típicas de un golpe de estado. 

Una es que no fue un movimiento “popular”, es decir, no emanó de ciudadanos armados ajenos al régimen, emanó del Estado, sus líderes eran gobernadores y generales, miembros del mismo gobierno al que pretendían suplantar. También hay que apuntar que fue una imposición por la vía violenta, se rompió el orden constitucional. Fue un movimiento que terminó de manera ilegal con el régimen anterior, pues el presidente fue asesinado y el Congreso, amagado por la rebelión, nombró presidente interino a uno de los rebeldes, Adolfo de la Huerta. 

Por último, así como los sonorenses fueron capaces de pactar con radicales revolucionarios de las filas zapatistas, villistas y magonistas, también sumaron a sus fuerzas a líderes del viejo orden y sin convicciones revolucionarias, como los generales Luis Medina Barrón y Juan Andrew Almazán.

Así debemos conmemorar el Plan de Agua Prieta, no como una revolución o un golpe de Estado, sino como una amalgama. 

El triunfo del Plan de Agua Prieta abrió la cancha a muchos, le dio juego a los que habían sido aliados de los sonorenses, pero también a muchos con quienes rivalizaron; se unieron personajes con ideologías, orígenes, prioridades y trayectorias distintas. Algo que ilustra esto, es la composición de los gabinetes, como el de Álvaro Obregón, donde coexistieron personajes afamados por su radicalismo, como Antonio Villarreal y Amado Aguirre, con otros recordados como conservadores, así el caso de Pascual Ortiz Rubio y José Vasconcelos. 


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