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Nohora Constanza Niño Vega

Coronavirus: la paradoja entre la protección ante la pandemia y la exposición a la violencia y la desigualdad. Parte 2 

Hablamos de una paradoja, mientras que la casa resulta ser en tiempos de pandemia el lugar de protección para evitar el contagio del coronavirus, para muchas mujeres, jóvenes y niñas, se ha convertido en el lugar de peligro para su vida e integridad, quedando aisladas de las escuelas, de su entorno de maestras/os y amistades así como los servicios de protección que brindan la sociedad civil y las entidades institucionales, es decir, asiladas de su red de apoyo para hacer frente a estas situaciones. 

Ante esta violencia, además de la exhortación a las autoridades para que no se baje la guardia, se implementen los protocolos y se puedan reforzar las acciones de protección en caso de presentarse estos hechos de violencia, se comparte las recomendaciones de la representante especial del Secretario General de la ONU sobre la violencia contra los niños, niñas y adolescentes, Najat Maalla M´jid, quien exhorta a que los gobiernos garanticen servicios tales como líneas directas gratuitas funcionando 24 horas, servicio de mensajes de texto gratuitos, servicios sociales, psicológicos a través del uso de la virtualidad y el teléfono, así como la generación de refugios móviles para la protección de niños y niñas particularmente. La invitación que envía la representante, es que la respuesta ante el incremento de la violencia necesariamente se incorpore en la respuesta institucional ante la pandemia por el coronavirus. 

Pero también esta problemática nos exige como sociedad estar atentos porque no es sólo la pandemia del coronavirus, la violencia contra las mujeres, las jóvenes y niñas también mata, mata a diario y generalmente hacemos como si no ocurriese, nos desentendemos de ella, por eso requiere nuestra implicación comprometida y solidaria.

Además de este ya grave problema de violencia, se suman aquellos que se ocasionan debido específicamente al confinamiento. 

Mantenerse en casa para salvaguardarnos del contagio no es fácil. Por un lado, no podemos realizar nuestras actividades cotidianas lo que genera en sí mismo tensión: se mantienen las obligaciones, las tareas del hogar se recargan con mayor ahínco en las mujeres, porque aún creemos que existe esa división sexual del trabajo en el que las mujeres “tienen” que asumir toda la carga de los quehaceres del mantenimiento del hogar y el cuidado de la familia. 

 

Al permanecer en casa, se genera una mayor densidad en las relaciones familiares, se pasan 24 horas x 7 días bajo el mismo techo. En este espacio, se producen normalmente conflictos propios de la convivencia diaria que se ven acrecentados con las emociones que cada miembro del hogar experimenta por tener que estar encerrado, lidiando con los espacios, rutinas y responsabilidades de cada uno y por tanto, con las fricciones que aparecen. También, las personas experimentan emociones como el miedo al futuro, frustración, ansiedad, tristeza, enojo, incertidumbre, derivadas tanto de la posibilidad de contagiarse y enfermar como de las condiciones económicas y laborales que se viven o se proyectan en el corto y mediano plazo. 

En este sentido, las acciones violentas pueden aparecer o exacerbarse y suelen ser los niños, niñas y adolescentes los que se convierten generalmente en quienes reciben toda esta carga de violencia.

Frente a esta situación especial, se requiere igualmente respuestas de atención y ayuda psicosocial que permitan aprender a maniobrar con el cúmulo de emociones que se generan por el confinamiento, por los miedos propios ante la enfermedad y por aquellos que se generan como consecuencia en otros ámbitos como el económico y laboral. Herramientas que brindan posibilidades de conocer lo que se está experimentando, ponerle nombre como un primer paso y proponer recomendaciones que pueden ser útiles para su manejo. 

Aquí comparto el enlace de una de ellas, producida por la organización internacional de ayuda humanitaria, Médicos sin Fronteras, que puede llegar a ser de utilidad, para estos momentos. https://landbot.io/u/H-414372-MV8EMS3AEX2521QL/index.html 

Desigualdad en la experiencia de la cuarentena 

Es necesario también comprender que el quedarse en casa no se experimenta de igual manera, dado que está atravesada por las condiciones sociales, económicas, étnicas, de edad y de género. No podemos pensar, cuando hablamos de quedarnos en casa, que es igual para una familia de clase media y alta, que generalmente cuenta con condiciones de vivienda digna, donde muy probablemente todos tienen un cuarto propio, tienen acceso a internet y servicios básicos y la posibilidad de contar con alimentos para su manutención, en comparación con una familia de escasos recursos para quienes quedarse en casa significa acentuar las horas de vivir en hacinamiento – cuando tienen un techo donde resguardarse-, no contar con los servicios básicos para pensar en lavarse las manos cuando es requerido, no tener acceso a internet con el cual poder continuar sus clases, tener que compartir el mismo espacio para estudiar o hacer su trabajo con el resto de actividades que realizan sus familiares y no contar con la canasta básica que le garantice el mínimo vital. 

Reconocer estas diferencias le permite a los gobiernos tomar decisiones que no profundicen la vulnerabilidad que estas familias de por sí viven diariamente. Como dice Bump "así sea una epidemia como ésta o una crisis financiera, los más afectados siempre son los más pobres. Cuando estás marginalizado no es solo en una categoría, es en la totalidad de la existencia”.

 

Esta pandemia ha puesto en evidencia las enormes desigualdades económicas y sociales que se han venido acumulando y que ha dejado en mayor riesgo a quienes ya están padeciendo estas injusticias sociales históricas.

Esta situación se agrava cuando se trata de pensar en la experiencia de la pandemia y la cuarentena para la población migrante.

Resulta de extrema urgencia pensar en los cientos de familias mexicanas y extranjeras desplazadas forzadamente, en su gran mayoría, niños y niñas que se encuentran en vilo en la frontera esperando por la solicitud de refugio en Estados Unidos. Con ocasión de la pandemia, la posibilidad de seguir en el proceso se ha visto claramente afectado y por tal razón, además de toda la carga emocional y económica que de por sí significa haber sido obligado a desplazarse de sus hogares para buscar protección, se suma ahora la exposición a la posibilidad de contagio y todo lo que ello puede conllevar, así como la frustración y la tristeza por la parálisis del proceso de solicitud de refugio en Estados Unidos.

También es necesario poner los ojos sobre la población migrante que ha sido llevada a centros de detención por las autoridades migratorias. Mantener confinados y en hacinamiento a esta población aumenta la situación de riesgo para su contagio, por esta razón, es importante reiterar el llamado a liberar a la población migrante detenida y reforzar las ayudas humanitarias necesarias para su cuidado. Se requiere una autoridad estatal y local que sean sensibles a estas situaciones particulares y ofrecer respuestas que puedan ser efectivas para atender sus necesidades, apoyándose en la sociedad civil, no descargando su responsabilidad, con el fin de disminuir sus condiciones de vulnerabilidad que se profundizan en tiempos de pandemia. 

Por último, quisiera cerrar esta contribución a invitarnos a pensar lo que podría significar esta pandemia para nuestras vidas colectivas. Dado que esta epidemia no está contenida en un solo sector de la población sino que todos somos susceptibles de padecerla, por lo menos este hecho debería tener la capacidad de sacudirnos y obligarnos a reflexionar colectivamente sobre nuestras apuestas como proyecto de sociedad, lo que aspiramos a ser y estar en este mundo de manera colectiva y así replantearnos nuestros modos de vivir juntos, en donde actualmente solemos avalar que el bienestar se concentre en unos pocos mientras existen muchos que viven a su suerte buscando como sobrevivir diariamente. Si este evento mundial no logra movilizarnos y hacernos cuestionar los ritmos frenéticos de acumulación, despojo y consumo, seguiremos sacrificando más vidas humanas en tiempos “normales” y en tiempos de “pandemias”. 

Profesora-investigadora Programa Cátedras CONACyT adscrita a El Colegio de Sonora.   


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