Dr. Víctor S. Peña Mancillas. Profesor-investigador del Centro de Estudios en Gobierno y Asuntos Públicos de El Colegio de Sonora.
Copia textual de Radio Sonora
Octubre de 2020. Las mascarillas cubren las caras de los presentes pues, según se cree, así se detiene el contagio por COVID. Sobre un escritorio de madera del juzgado, plano y sin decoraciones, un hombre de pelo entrecano rinde su declaración:
“La idea del cuchillo fue suya al proponérmelo. Lo compré yo. Pensábamos que era más silencioso y más accesible. Ella me facilitó unas llaves que no usaba… Yo me creía lo que ella decía en las cartas. Yo estaba enamorado de ella y continuamente me decía los maltratos psicológicos que sufría… Yo temía por su vida. No sé cómo acepté. Insistió lo suficiente como para convencerme. Me dijo que mientras estuviera Antonio, ella y yo no podríamos estar juntos”
Este no es el diálogo de una película, sino la transcripción de un testimonio ante un jurado popular español por lo sucedido tres años antes.
Técnicos o rudos
“La viuda negra” (Carlos Sedes, 2025) es un thriller dramático español elaborado para la plataforma Netflix donde se recrea el llamado “Crimen de Patraix” de 2017, nombre que refiere el lugar de los hechos, ese barrio de Valencia.
El título aprovecha la práctica de esta araña que devora al macho tras copular y, por lo mismo, se ha convertido en un término empleado para nombrar mujeres que asesinan a personas cercanas a ellas —típicamente a los maridos— por algún interés que suele ser el económico.
Por eso, porque el título no ofrece demasiada sorpresa, muy seguramente es que los guionistas optaron por una estructura narrativa atomizada, dividida en tres, cada parte enfatizando el punto de vista de un personaje. Un acierto.
Esto ayuda a guardarse —de entrada y por casi dos terceras partes de la película—, la identidad del asesino. También ayuda para crear un espacio donde se puede empatizar con cada personaje, incluso con aquellos que andan caminos terribles.
En la película se trasladan diálogos reales, conocidos porque en algún momento de la investigación real se intervinieron teléfonos, para acomodarlos en una trama verosímil. Es decir que, con pocas o ninguna modificación, una parte importante de los diálogos entre personajes en la pantalla están directamente basados en los que sostuvieron las personas en la vida real.
Algo para explorar con atención: En la película se aprovecha el desenfoque para realzar la distancia que hay, sobretodo, entre una de las protagonistas y el mundo que le rodea. Esta distancia sugiere que algo está sucediendo en la mente de esta persona quien no termina de integrarse al mundo que le rodea.
Otro recurso para enmarcar esta situación es el de rodearla de gente que no salen bien a cuadro, sea porque están de espalda o a la distancia. Esto se entiende, porque son personajes que por sí mismos no ayudan a la trama, pero apuntalan esa distancia emocional de la protagonista con su entorno. Así, como ejemplos, pasamos por una cena y un cumpleaños donde el centro de atención del espectador no puede estar en los anfitriones o en el festejado: la cámara nos obliga a conocer detalles en las expresiones de fastidio, de enojo e indiferencia, de una mente que está maquilando cómo zafarse.
Los primeros minutos pueden parecer lentos, pero, conforme avanza la historia, atrapa.
El mano a mano
La película se arma a partir del encuentro de dos perfiles devastadoramente complementarios que, por motivos diferentes, toman la mala decisión de terminar con la vida de una tercera persona. Como un extra para el espectador, se trata de esos casos donde la realidad supera la ficción y las piezas embonan perfectas para desencadenar un doloroso tránsito por la vida.
En agosto de 2017, en Valencia (España), la sociedad se conmovió con el asesinato de un ingeniero de 35 años, encontrado boca abajo, a un lado de su auto, en un estacionamiento de la calle Calamocha, del barrio de Patraix. Inmediatamente se descartó el móvil del asalto pues no se llevaron nada y la brutalidad del acto sugería un motivo pasional. Resultó un complot, algo arreglado entre la esposa y uno de sus novios.
Ella quería otra vida, dinero, mantener una propiedad que había ayudado a remodelar. Él, veinte años mayor, buscaba una vida con ella, una ilusión construida solo en su cabeza. Ambos, compartiendo un mismo trabajo y charlas, complicidades que fueron complejizándose. Ella, manipuladora y narcisista; él, codependiente y con la necesidad de validarse a sus ojos.
El dominio de uno sobre otro se presenta en cualquier rincón de la vida, en el lugar que menos puede uno pensar.
A ras de lona
El mismo equipo que trabajó en esta película había ya colaborado. Se trata de la miniserie, en seis episodios, llamada “El caso Asunta” (Carlos Sedes y Jacobo Martínez, 2024), disponible en la misma plataforma: otra excelente adaptación de un caso real.