Analiza experiencia sonorense en el marco del conflicto entre la Iglesia y el Estado entre 1926 y 1929

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“Una frontera con seguridad aún débil, que permitía a la comunidad sonorense mantener ciertos vínculos con el catolicismo, sumado a un gobierno estatal que no tenía entre sus prioridades el asunto religioso, pueden considerarse factores que confluyeron para que la resistencia católica en el estado se haya manifestado sólo de forma pasiva”, señala la doctora Elizabeth Cejudo Ramos. 

La especialista comenta que el conflicto religioso en Sonora entre 1926 y 1929 se caracterizó por la centralidad del activismo femenino en la movilización del laicado y por la elección de vías pacíficas para expresar inconformidades, lo cual estuvo enmarcado por la notable influencia del obispo y por el aprovechamiento de la frontera con Estados Unidos. 

Menciona que la participación activa de las mujeres en la resistencia pasiva que proponía la comunidad católica en el marco del conflicto entre Iglesia y Estado, es notable y cuenta con antecedentes, aunque de menor peso, que pueden ubicarse durante el episodio anticlerical que promovió la facción constitucionalista. 

“Se puede inferir que la organización de la diócesis que llevó a cabo el obispo Juan Navarrete y Guerrero, así como la participación de las mujeres en la estructura jerárquica de la Liga Diocesana de Sonora, permitió que la resistencia mexicano pasiva entre 1926 y 1929 se presentara de forma aún más ordenada y constante”, sostiene. 

La actividad de la comunidad sonorense para manifestarse en contra de las medidas anticlericales puede explicarse en buena medida mediante la estrategia de organización que puso en marcha Navarrete durante los primeros años de su administración eclesiástica, que requirió la participación de la feligresía organizada a través de la acción católica, una suerte de apostolado del laicado para contribuir a los proyectos de la Iglesia. 

Agrega que es posible identificar ciertas actividades realizadas por los sacerdotes y un discurso que puede considerarse beligerante por parte del obispo, durante el periodo se observan estrategias no violentas del laicado, como contrabando de propaganda religiosa, asistencia al culto del otro lado de la frontera, distribución de volantes con mensajes de protesta y envío de correspondencia a las autoridades para exigir el regreso del obispo y la libertad religiosa.

“Los repertorios de acción observados durante el periodo suponen un antecedente importante para la actuación de la comunidad católica durante la campaña desfanatizadora de 1931 que creó en Sonora el gobernador Rodolfo Elías Calles para acabar con la injerencia de la Iglesia en el terreno social y eliminar la religiosidad de la cultura sonorense”, añade. 

Las medidas anticlericales se extendieron hasta 1937 y las mujeres se consolidaron en el terreno público como representantes de la Iglesia católica no sólo a través de la resistencia pasiva que permitió mantener la práctica religiosa; también como interlocutoras válidas ante los tres niveles de gobierno a fin de revertir los efectos de la campaña. 

Este texto titulado “Ingratos hijos de Sonora”. Conflicto entre la Iglesia y el Estado en una entidad del noroeste mexicano, 1926-1929, puede consultarse de manera gratuita en:  

https://regionysociedad.colson.edu.mx:8086/index.php/rys/article/view/1506

Escrito por Ana Rosa Sánchez Orendain

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