La propiedad de la tierra en los pueblos ópatas de Sonora

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“La tierra de los pueblos ópatas fue reconocida por la monarquía española como una propiedad corporativa a través de su incorporación como pueblos de misión, la política de los funcionarios borbónicos promovió la propiedad particular pero sin atacar al gobierno indígena ni las propiedades comunales, más bien buscaron delimitar unas y otras para promover un mercado de tierras con las restantes”, señaló el doctor José Marcos Medina Bustos.

Agregó que la normatividad aprobada por los liberales en las cortes de Cádiz, también estableció un nuevo rumbo en la política hacia la propiedad corporativa de los pueblos, esta política se expresó en decretos como el del 4 de enero de 1813 en el que a tono con las instrucciones de Gálvez se planteaba el reparto particular de los terrenos baldíos, agregando además los de propios aunque exceptuaba a los ejidos. 

En su participación en el Primer Encuentro de Corresponsales de la Academia Mexicana de la Historia organizado por la Academia Mexicana de la Historia, El Colegio de la Frontera Norte-Tijuana y la Secretaría de Cultura de Baja California mencionó que en la provincia de Sonora, el sometimiento indígena al dominio hispano se expresó en las denominadas reducciones de indios infieles o misiones, bajo la férula de la compañía de Jesús. 

“La legislación de indias los ponía bajo la tutela de un misionero y durante 10 años los exentaba de tributar, mientras se les inculcaba la religión católica aceptaban trabajar para los españoles y ser súbditos del rey, como a todo nuevo poblamiento se les debía dotar de tierras con las que aseguraran su subsistencia y bien los pueblos de misión estaban pensados como una figura transitoria en la práctica permanecieron en algunas zonas bajo los misioneros franciscanos hasta la cuarta década del siglo XIX”, dijo. 

Medina Bustos añadió que la historiografía sobre la privatización de las tierras de los pueblos indígenas de nuestro país ha enfatizado la continuidad entre las políticas del reformismo borbónico, el liberalismo gaditano, y el liberalismo republicano, las cuales se sintetizan en fomentar la explotación privada de la tierra, sin embargo también se ha señalado la importancia de las particularidades locales. 

En su ponencia titulada La propiedad de la tierra en los pueblos ópatas de Sonora durante las primeras décadas del siglo IXI: propiedad corporativa vs. propiedad privada detalla que las tierras reconocidas por la corona a los pueblos de misión tenían un carácter corporativo pues pertenecían a la comunidad aunque se desconoce alguna norma que estableciera la extensión de las tierras de los pueblos de misión, en ellas se comprendían los terrenos en donde se construía la iglesia, casas de comunidad, casa de misioneros, talleres.

El profesor-investigador de El Colegio de Sonora agregó que también había tierras que eran trabajadas de manera colectiva por los indígenas durante tres días de la semana, las denominadas tierras de la iglesia o de la misión y los potreros, además estaban las parcelas que de manera individual trabajaban los indígenas durante los siguientes tres días semanales para su beneficio particular. 

Indicó que la expulsión de los jesuitas en 1767 trajo aparejada una nueva manera de concebir a los pueblos de misión, se consideró que ya estaban listos para administrados por el clero secular e integrarse como súbditos plenos de rey, convirtiéndose en tributarios, sin embargo hubo problemas por la escasez de sacerdotes. 

En el marco del evento que se transmitió vía remota, el integrante del Centro de Estudios Históricos de Región y Frontera, como parte de su intervención compartió unas palabras para recordar la vida y trayectoria de la doctora Raquel Padilla Ramos, investigadora del centro del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Sonora. 

Para consultar el evento completo puede ingresar a este link https://www.colef.mx/evento/primer-encuentro-de-corresponsales-de-la-academia-mexicana-de-la-historia/?fbclid=IwAR3P9cGpcscSt_grIFoqcI-A64I1N3_4LP8fse835K3h-u4Q35OJgSvNGrs  

Escrito por Ana Rosa Sánchez Orendain

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