La normalización del riesgo y la exposición al sol aumentan la probabilidad de daño a la salud

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“Las altas temperaturas pasan a ser un tercer peligro, después de la violencia y la necesidad de trabajar para disponer de alimentos. En estas condiciones de alta vulnerabilidad social, existe un proceso de relativización del riesgo climático”, señala la maestra Rasha Salah. 

En su tesis Altas temperaturas y vulnerabilidad social: las/los adolescentes jornaleras/os en el Poblado Miguel Alemán, la egresada de El Colegio de Sonora menciona que en esta localidad la inseguridad y la alimentación son las prioridades de sus habitantes, antes que los daños a la salud que las altas temperaturas representan. 

Destaca que en estas condiciones de alta vulnerabilidad social, existe un proceso de relativización del riesgo climático, frecuentemente invisibilizado y/o relegado a segundo o tercer plano de prioridades, y produce diferentes formas de atención y cuidado entre hombres y mujeres. 

“En los campos agrícolas de la Costa de Hermosillo, existe explotación y cosificación de la mano de obra reflejada en las largas horas de trabajo, mal pagadas, así como la preocupación por el producto y las malas condiciones dentro del campo. Se agrega la ilegalidad del trabajo de los menores de edad, que es la causa por la cual no pueden exigir el complimiento de sus derechos laborales básicos”, expone.

En su investigación para obtener el grado de maestra en Ciencias Sociales por El Colson, menciona que las/os adolescentes jornaleros reflejan su vulnerabilidad en la ilegalidad de trabajo y todas las formas y medidas que toman para poder trabajar, y tienen que enfrentar las consecuencias con sus propios recursos económicos y de cuidados en caso de enfermar por las altas temperaturas. 

Agrega que para ellos, hombres y mujeres, el trabajo es necesario para seguir estudiando o ayudar a la familia, y al realizarlo cambia su forma de valorar las cosas materiales, por ello se identifica un cambio positivo en el tema de los derechos humanos, lo que no se refleja en el discurso de la generación de sus padres y madres. 

“Ser mujer en el campo es una condición de vulnerabilidad social en sí misma, debido a que todas las mujeres enfrentan distintas formas de violencia verbal como insultos de parte de los hombres, lo cual influye en que las mujeres siempre dependan de la presencia de un hombre en un ambiente masculinizado, donde ellos tienen posiciones de más poder que las mujeres”, sostiene. 

En el caso específico del Poblado Miguel Alemán, detalla, es necesario un programa sobre las altas temperaturas y medidas de autocuidado ante ellas, tomando en cuenta las condiciones de vida vividas con la posibilidad de ayudar con materias y objetos relacionados con el calor, porque las situaciones económicas les impide cuidarse bien. 

La tesis fue defendida el pasado miércoles 10 de junio, y para ello estuvieron presentes su director de tesis, el doctor José Eduardo Calvario Parra, así como sus lectoras las doctoras Valentina Glockner Fagetti y María del Carmen Arellano Gálvez. 

Escrito por Ana Rosa Sánchez Orendain

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