Fecha de publicación: 27/11/2019 Tweet Compartir
“En la atención obstétrica, el biopoder o control disciplinario sobre el cuerpo, se ejerce no sobre cualquier persona, sino en específico sobre la persona-cuerpo femenino, donde la subjetividad y agencia de la mujer es objetivada, pasivizadad y silenciada dentro de estructuras jerárquicas y autoritarias de una gineco-obstetricia profundamente patriarcal en su génesis histórica, praxis médica e interacciones socio-clínicas”, señaló la doctora Paola María Sesia.
La profesora-investigadora del Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas) Pacífico Sur, mencionó que a pesar de que la cobertura para partos se ha incrementado, la atención obstétrica institucional en México no está funcionando como debería y enfrenta una problemática compleja, profunda y multidimensional.
Destacó que a nivel estructural, existen servicios insuficientes o distribuidos inadecuadamente en el territorio nacional; subutilizados por falta de equipamiento, recursos humanos o recursos financieros para operar, o sobresaturados por la excesiva demanda; con frecuente desabasto de insumos y medicamentos necesarios para la atención materna.
“Lo anterior se ve reflejado, por ejemplo, en los altísimos índices de cesáreas injustificadas que se realizan en el país y la sobremedicalización y patologización del parto fisiológico con el uso rutinario de maniobras que son invasivas, innecesarias, dolorosas, deshumanizantes e incluso dañinas para las mujeres”, sostuvo.
Durante su participación en la mesa de análisis Violencia obstétrica. Un problema oculto, la especialista en el tema explicó que estas acciones reflejan lo sistemático o estructural tanto de la sobremedicalización y patologización de procesos fisiológicos naturales, como del maltrato y de una atención deshumanizada hacia las parturientas; en otras palabras, de la problemática de la violencia obstétrica institucional.
La doctora Ester Espinoza Reyes agregó que este tipo de violencia se expresa en la falta de acceso a servicios de salud reproductiva, un trato cruel, inhumano o degradante, o un abuso de medicalización, menoscabando la capacidad de decidir de manera libre e informada sobre dichos procesos reproductivos
“Se trata de una forma específica de violencia contra las mujeres que constituye una violación a los derechos humanos.
Se genera en el ámbito de la atención obstétrica pública y privada y consiste en cualquier acción u omisión por parte del personal de salud que cause un daño físico y/o psicológico a la mujer durante el embarazo, parto y puerperio”, dijo.
La egresada del programa de doctorado de El Colegio de la Frontera Norte, campus Tijuana, aseveró que algunas de las principales rutinas llevadas a cabo bajo este modelo son los tactos múltiples, tricotomía, restricción de la movilidad, privación de alimentos, uso de oxitocina, aplicación de anestesia y episiotomías.
Detalló que los temas pendientes para mejorar la perspectiva de los profesionales de la salud respecto a la problemática de la violencia obstétrica van desde el microanálisis de las relaciones y la comunicación que se establecen entre el personal de salud, las pacientes y los distintos agentes que juegan un papel en las salas de parto.
“Es importante que se tomen en cuenta también las problemáticas que experimentan las mujeres que vivieron violencia obstétrica para establecer la lactancia materna y la transición de las experiencias de violencia obstétrica hacia formas alternativas de parir”, advirtió.
Por su parte la doctora Mercedes Zúñiga Elizalde compartió con los asistentes algunas reflexiones sobre las múltiples violencias que se viven actualmente como parte de un ejercicio para cuestionarse si es posible salir de la violencia.
“El problema es complejo y las herramientas teóricas construidas al respecto no siempre parecen explicarnos estas complejidades tampoco las transfiguraciones que va teniendo el fenómeno a través del tiempo en cada contexto específico”, expresó.
Zúñiga Elizalde recalcó que salir de la violencia no significa no vivir más violencia sino conocer su existencia y sobrepasar la condición de víctima en la que se ha colocado a la mujer, dejar de asumirse como víctima aunque se siga siendo víctimas de la violencia.