Tiempos y realidades


Portales, lunes 27 de mayo de 2019, año 18, número 752
colson

Zulema Trejo Contreras

Notas de una agresión  

En Hermosillo conocemos ya desde hace un tiempo lo que son los embotellamientos de tráfico y el caos vial que se ocasiona en cuanto la rutina de la ciudad se modifica por algún evento grande. En estos días el Festival del Pitic, o más bien sus preparativos, ocasionaron un caos vial en el centro el jueves por la mañana. Los automovilistas que no teníamos en la mente este festejo inadvertidamente tomamos la ruta de todas las mañanas y nos encontramos con la calle Obregón bloqueada por cercas de metal, así que tuvimos que seguir derecho hasta la estrecha calle que nos permitía dar vuelta y retomar la calle Obregón. 

Un escenario caótico, cierto, pero nada fuera de lo común, ya lo hemos vivido muchas veces.

Esa mañana cruzar la calle Pino Suárez era prácticamente imposible, había que esperar al momento en que el paso quedaba libre y cruzar, eso exigía esperar en la fila de carros varios minutos que para muchos eran irritantes, quizá porque eran los mismos minutos que llegarían tarde al trabajo, a la escuela o a cualquier otra parte a donde se dirigían. 

La frustración por la espera obligada era mucha y, para muchos, el enojo tal vez también era grande, no sé si para muchos, de lo único que tengo la certeza es de que sí lo fue para la persona que se aproximó a mi carro para agredirme.

Hasta ese jueves en la mañana creí que en Hermosillo no habíamos llegado a los extremos de violencia que son habituales en otros lugares, así que mientras esperaba una oportunidad para atravesar la Pino Suárez, sentí calor y bajé la ventanilla de mi auto, escuché con mayor intensidad el sonido de los claxon, todo normal, ya sabemos que ante la menor demora un conductor impaciente desquita su frustración con el claxon. 

Entre el momento en que abrí la ventanilla y el sonido de varios golpes sacudiendo el techo de mi carro quizá no trascurrió ni un minuto. Sorprendida voltee hacia la ventanilla para ver qué pasaba, entre el momento que vi la silueta de un hombre tapándome la vista hacia fuera, escuchar el insulto “muévete p…” y sentir el golpe de una mano en la cara pasaron segundos. Mi única reacción fue subir la ventanilla, voltear hacia el tráfico, esperar el momento de cruzar y hacerlo. 

El coraje, la frustración, dolor y el llanto me invadieron después.

¿Quién fue mi agresor?, no lo sé. ¿Cuál era su vehículo?, supongo que una camioneta blanca que estaba detrás de mi auto y tenía la puerta abierta, la vi por el espejo retrovisor cuando después de recibir golpe e insulto volví la vista hacia la calle que iba a cruzar. ¿Vi las placas?, no, no las vi. 

Estas y muchas preguntas más me han hecho todas y todos los que han sabido del incidente. Si había cámaras, si puedo reconocer al hombre que me golpeó, si le dijeron algo los otros conductores, si alguien tomó fotos, nada de eso puedo contestar porque el momento de la agresión está nebuloso en mi mente, que con toda sabiduría bloqueó los detalles del momento dejándome sólo recuerdos envueltos en niebla. 

 Sé lo que me pasó esa mañana, no sé el por qué. Fui el objeto —porque así me trataron, como objeto— mediante el cual un hombre desquitó su frustración, su enojo. No sé qué asuntos urgentes tenía aquella mañana mi agresor, sé que en su mente fueron lo suficientemente importantes para pasar del aporrear el claxon a golpearme a mí… y sí, claro que después del llanto sentí coraje, frustración porque ya no podía hacer nada. Él se perdió en el anonimato y yo no tengo pistas para sacarlo de ahí y exigirle que responda por su agresión. 

 *Profesora-investigadora en El Colegio de Sonora.


Scroll to Top