Observatorios Urbanos


Portales, lunes 30 de noviembre de 2020, año 19, número 821
colson

Jorge Fernando Beltrán Juárez

El Guardagujas. El ocaso ferroviario en Juan José Arreola 

Confabulario es una colección de cuentos escritos por Arreola (1918-2001). El trabajo fue publicado en 1952 y en él se aborda una diversidad de temas. Particularmente uno de ellos, El guardagujas, esboza de forma perspicaz el declive ferroviario mexicano.

Éste ha sido objeto de la crítica literaria, no obstante, se puede generar una interpretación novedosa desde el enfoque histórico. El cuento se inscribe en el realismo mágico y dado que éste no es más que una expresión que hace coexistir la realidad con la fantasía, podemos observar a través de él: el declive de la industria ferroviaria en México hasta los años cincuenta, particularmente de los Ferrocarriles Nacionales de México.

Cumplir el propósito requiere identificar elementos de entre líneas e hilarlos para crear la interpretación. 

En primer lugar, es pertinente mencionar que la historia es intemporal y se desarrolla en los andenes de una estación anónima, producto de la conversación de un forastero y un guardagujas que apenas sugiere “vago aspecto ferrocarrilero”. 

En segundo lugar, el clima grisáceo y desgastado donde se lleva a cabo el diálogo va a transmutarse a los paisajes descritos en las conversaciones con la finalidad de llevar en todo el cuento una pátina de vejez e incertidumbre.

La conversación inicia cuando el forastero pregunta al guardagujas si el tren a partido hacia “T”. La respuesta del trabajador es ambigua, y es aquí donde podemos comenzar la interpretación, puesto que su contestación atribuye la irregularidad del servicio a un problema organizativo: si bien “Este país es famoso por sus ferrocarriles […] hasta ahora no ha sido posible organizarlos debidamente […]”. 

En este sentido, podemos referir que críticos contemporáneos y las investigaciones históricas actuales coinciden en que los ferrocarriles en el país hasta la década de los cuarenta enfrentaban severos problemas, como: el laboral, de deuda, de rentabilidad, impidiendo una organización eficiente como lo refiere Arreola.

En seguida el autor apunta otro problema esencial que impidió la búsqueda de eficiencia: el patriotismo. 

Este elemento es pertinente porque durante y después de la revolución los ferrocarrileros adoptaron una posición defensiva y reivindicativa de sus condiciones laborales, atentando en ocasiones contra los intereses de las empresas. El mejor ejemplo fue la creación de la Administración Obrera de los Ferrocarriles durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. En este sentido, también podemos aludir al problema de la infraestructura, que también es referido por Arreola cuando señala que “En ocasiones, estos trenes [eran] forzados [a] recorrer trayectos en que falta uno de los rieles”. 

Para estos años la infraestructura, que fue destruida en mayor parte durante la revolución, se encontraba en condiciones críticas. Ésta difícilmente fue reemplazada por la falta de fondos, lo que explica por qué en no pocas ocasiones se reutilizaba o se importaba material rodante de segunda mano de los Estados Unidos, lo que se traducía en la prestación de un servicio irregular, sin importar la clase. 

Un siguiente elemento, y en el cual está presente la nostalgia por el México de ayer, es el del deterioro que sufrieron algunas ciudades a la par de la desarticulación del sistema ferroviario. Si bien en algún momento el ferrocarril fue símbolo de modernidad, su declive provocó el detrimento de algunas de las poblaciones que habían sido resultado de su llegada, volviéndose, al igual que el transporte, “vestigios enmohecidos del tren”. 

Aunque expresa la importancia de un sistema de transporte que, a pesar de las dificultades de su funcionamiento, seguía siendo importante para la transportación del país, y estaba siendo abandonado por la “empresa preponderante”, como lo refiere Arreola. 

Finalmente, no es exagerado afirmar que Arreola encarna un personaje y una voz melancólica para señalar el declive ferroviario: “Yo, señor, sólo soy el guardagujas. A decir verdad, yo sólo aparezco de vez en cuando para recordar los buenos tiempos”,

*El Colegio de Sonora, Estudios Históricos de Región y Frontera. 


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