Observatorios Urbanos


colson

Carmen Arellano Gálvez

TRABAJADORAS AGRICOLAS: MUJERES QUE RESISTEN Y ENFRENTAN LA ADVERSIDAD

A unos menos de 100 kilómetros de la Hermosillo se encuentra el Poblado Miguel Alemán, para muchos, lugar de paso rumbo a Bahía de Kino. Para otros es una zona de agricultura de exportación extensiva e intensiva, que desde décadas atrás impulsa la economía del estado. 

Ahí se viven múltiples problemáticas sociales enraizadas en la desigualdad y la precariedad, a pesar de que otras personas encuentran en el Poblado la posibilidad de vivir a pesar de la compleja dinámica social. Miles de familias, muchas migrantes pertenecientes a grupos originarios del sur-sureste de México, han encontrado en la comunidad la oportunidad de emplearse en el trabajo agrícola. 

Desde la academia hemos documentado las difíciles condiciones de vida de trabajadores y trabajadoras agrícolas, en donde la constante es la ausencia de contratos laborales, prestaciones sociales y de salud. Mucho menos pensar en una jubilación para cuando sus manos y sus cuerpos ya no puedan trabajar el surco. Todas estas situaciones distan de considerar el trabajo agrícola como un trabajo digno. 

En noviembre de 2018 y en febrero de 2019 nos reunimos asociaciones civiles, trabajadores y trabajadoras agrícolas, representantes gubernamentales, estudiantes, academia y ciudadanía interesada en la situación de esta población. Los intercambios fueron nutridos y diversos, mostrando las ínfimas condiciones de vida hombres, mujeres, niñas, niños, adultas y adultos mayores que conforman la población jornalera, caracterizadas por la violación a múltiples derechos humanos. 

También se reconocieron las desigualdades de género que marcan la vivencia de estas situaciones, hasta el punto de percibir como “una injusticia ser mujer”, como una trabajadora agrícola lo expresó. Todas comparten historias de exclusión y discriminación por ser mujeres, pobres, migrantes, indígenas. Estas situaciones merman su bienestar y violan el derecho a una vida libre de violencia. 

Conocer las historias de trabajadoras agrícolas nos muestra la intersección de condiciones estructurales y de subordinación que reproducen la desigualdad. En los surcos viven acoso y hostigamiento sexual ante la permisividad de la organización laboral que las ubica en la escala más baja, y por lo tanto, más proclive de violentar sus derechos, como no tener licencias de maternidad, solamente son “descansadas” y no las reciben en los campos. 

Estas y otras situaciones de violencia laboral enfrentan las trabajadoras, a pesar de los mecanismos legales que debieran velar por mejores condiciones laborales. En las calles se restringe el libre tránsito ante la inseguridad y violencia generalizada, en donde incluso la comida es motivo de hurto. 

En las instituciones viven discriminación por su cultura y lengua, obstaculizando el ejercicio de sus derechos.

En sus hogares muchas viven violencia ejercida por sus compañeros; las jornadas se triplican y las horas de descanso se esfuman ante las múltiples actividades de cuidado y de trabajo no remunerado, invisibilizado, naturalizado como una tarea “femenina”: cuidar, limpiar, alimentar… Estas tareas se asumen como parte del ser mujer, de una identidad idealizada que consume horas de actividades dentro y fuera del hogar. 

Si bien todas las que trabajamos por un salario hemos salido del espacio doméstico-privado, para incorporarnos a la fuerza “productiva”, es necesario reconocer que los trabajos del hogar son parte esencial de la reproducción social. Esta valoración material y simbólica parte de las consignas feministas de los años 70´s, y sigue vigente en el movimiento y la academia feminista. Discutir sobre la ética del cuidado y la carga mental del trabajo no remunerado son asuntos que la economía política feminista pone en la palestra, además de las otras manifestaciones visibles y simbólicas de la violencia en espacios públicos, laborales e institucionales. 

*Egresada del programa de maestría en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora. Asistente de investigación en el Centro de Estudios en Salud y Sociedad del Colson.  


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