Del asilo político de Evo y el asilo político en la historia de México


Portales, lunes 2 de diciembre de 2019, año 18, número 775
colson

Miguel Ángel Grijalva Dávila

“Cuando viajo, prefiero usar el pasaporte mexicano que el estadunidense…” me dijo un colega que tiene nacionalidad doble, “…prefiero vivir en Estados Unidos, pero prefiero identificarme como mexicano en el resto del mundo”. Una persona es bienvenida en más países si se identifica como mexicano que si lo hace como estadunidense, inglés, francés o ruso. 

Lo anterior se debe a la política diplomática que México tomó después de la revolución mexicana, hoy conocida como doctrina Genaro Estrada, la cual justifica el asilo político de Evo Morales, expresidente de Bolivia. 

Este texto, lejos de justificar las acciones del actual gobierno mexicano, es una explicación histórica de por qué el estado mexicano ha ofrecido asilo político al líder boliviano y las ventajas que esa política ha traído a nuestro país durante décadas. 

Primero cabe aclarar, y espero que los lectores comprendan que: dar asilo político no es intervención. La noticia de que se aceptó el asilo político de Evo Morales desató críticas que inundaron las redes sociales con hashtags como #EvoNoEresBienVenido, #SiEvoLlegaLópezSeVa, entre otros. Pero el asilo político no es intervención, de ser así, México sería el país más intervencionista en todo Latinoamérica, pues ningún país ha recibido a más refugiados políticos latinoamericanos. 

La doctrina Genaro Estrada, que según historiadores como Luis Medina es una formalización de la doctrina Carranza, es una postura diplomática que dicta que el gobierno mexicano no debe intervenir en los cambios de gobierno de un país y respetar la autodeterminación de los pueblos. 

Por ende, a menos de que Evo Morales llegara a México para formar un ejército y regresar a Bolivia, darle asilo no rompe los principios de la doctrina Estrada.

El máximo alcance de rivalidad bajo esta doctrina es el rompimiento de las relaciones, pero nunca la intervención. 

Es decir, bajo la óptica de Genaro Estrada si en un país había intervención extranjera y no había autodeterminación, era responsabilidad de México retirar a sus funcionarios diplomáticos. Es lo que ocurrió en Chile cuando Augusto Pinochet tomó el poder con el apoyo de una potencia extranjera (Estados Unidos). 

Luego del establecimiento de la dictadura militar, México rompió relaciones con aquel gobierno y ofreció asilo a miles de chilenos. Pero ni entonces ni hoy, nadie habla de que México intervino en la política chilena y se reconoce como interventor al gobierno estadunidense.

 Y ejemplos como ese hay muchos: Cuando Alemania e Italia intervinieron en España para cambiar al gobierno democráticamente electo, México dio asilo político al presidente Diego Martínez Barrio; cuando Estados Unidos intervino en Guatemala para realizar un golpe de estado y establecer una dictadura militar, México dio asilo político a Jacobo Árbenz, presidente democráticamente electo; cuando Estados Unidos intervino en Nicaragua para establecer la dictadura militar de Anastasio Somoza, México dio asilo político al presidente democráticamente electo Leonardo Argüello Barreto; y ejemplos como esos muchos. 

Durante el siglo pasado, México fue la primera opción de asilo para los enemigos de las dictaduras militares en Latinoamérica y en ocasiones otros países, como el célebre caso de León Trotsky quien llegó de la Unión Soviética. 

El asilo político de Evo Morales es la continuidad de esa política diplomática que, a grandes rasgos, resultó positiva para México, pues fue una de las pocas naciones del mundo que mantuvo buenas relaciones diplomáticas con ambos bloques de la guerra fría (capitalista y comunista). 

Hoy México es considerada una nación respetuosa de la soberanía nacional de otros pueblos. De ahí la afirmación con la que iniciamos, de que el pasaporte mexicano es uno de los más recibidos alrededor del mundo. 


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